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viernes, 26 de junio de 2009

El orden de Dios para la familia: Los roles

El orden de Dios para la familia: Los roles
Por Israel González



«Someteos unos a otros en el temor de Dios.»
Efesios 5:21

Introducción

Toda familia es un pequeño sistema social que comienza con dos personas y aumenta con la llegada de los hijos. Para asegurar que las relaciones sean felices y que se logren los objetivos del pequeño grupo, es preciso definir los niveles de autoridad. Cada miembro de la familia tiene un papel o Posición dentro de ella, y cada uno de esos papeles tiene su responsabilidad, con la correspondiente autoridad. Al comienzo hay solo los papeles de esposo y esposa. Luego se agregan los de padre y madre. Los hijos van tomando cada cual el suyo. Todos ellos presentan responsabilidades diferentes que deben definirse y comprenderse, por que de otro modo, ciertamente no se sabría quien manda en casa.

Para mantener el equilibrio y asegurar el progreso toda institución tiene que definir sus niveles de autoridad. Alguien tiene que dirigir, mientras los demás deben respetar y obedecer. En cuanto a la familia, vemos la sabiduría de Dios al no dejar esto completamente al criterio humano. El plan divino sitúa al hombre como “cabeza de la mujer” (Efesios 5:23), y con esto lo hace responsable por su esposa y sus hijos.

Hay un hermoso sentido de protección y salud cuando cada miembro sabe cual es el lugar que le corresponde y que papel desempeña. Los papeles que tienen que desempeñarse dentro de una familia, no llevan etiquetas que especifiquen el género. Aunque cada cultura dicte ciertas normas en cuanto a lo que debe hacer el hombre y lo que debe hacer la mujer, mas valiosa es la salud de los miembros de la familia que mantener una postura rígida a la idea de que “ esto es trabajo de mujer” o “ esto no es tarea de un hombre”

Según D. Jackson, para que una familia funcione deben existir tres elementos: Jerarquías, limites y roles. La jerarquía se refiere a definir quienes son los padres y quienes son los hijos, esto es quien ejerce la autoridad. En cuanto a los roles a las mujeres se les abrieron las puertas del terreno profesional, y a los hombres las de la casa, debiéndose de cumplir uno de ellos para cada miembro de la familia.
Y los límites se refieren a las reglas de la familia y su administración y flexibilidad en la aplicación de las mismas.

Según sus capacidades

Al asignar los papeles dentro de la familia, se deben tomar en cuenta las habilidades de las diferentes personas. Cada cual tiene sus fortalezas y debilidades. El esposo no tiene que ser el “hombre orquesta”. Dios también le ha dado dones a las mujeres. Los hombres debemos reconocer cuales son los dones que Dios le ha otorgado a su esposa, y ayudarle a desarrollarlos al máximo. Así ella se sentirá mucho más realizada, y cumplirá más eficientemente su labor. Normalmente se supone que el indicado para manejar la economía de la familia es el esposo, aunque en algunos otros casos sucede que es la mujer la que tiene mayor capacidad que el hombre para llevar las cuentas, y la evidencia nos dice que entre sus muchas capacidades de algunos esposos no esta la de administrar el gasto. Por ello es conveniente que en común acuerdo se haga cargo de esta importante responsabilidad el que mejor sepa hacerlo.


Papeles múltiples
En nuestro mundo moderno. La felicidad del hogar se ve amenazada constantemente por la multiplicidad de los papeles que ocupamos fuera del hogar. Al salir de la puerta de la casa, el hombre es jefe de taller, dueño de un negocio, supervisor en una fabrica. El peligro se encuentra al regresar y no cambiarse de sombrero, de aquel papel, actuando dentro de casa como si estuviera en su lugar de trabajo.


Dentro de la casa, uno no es ni jefe de personal, director, sino esposo y padre. La esposa no es una empleada a quien debemos dar órdenes y asignar trabajos.
Bienaventurado el hombre que puede descargar los problemas de sus múltiples papeles en la puerta de su casa, para cambiar de sombrero (papel) y ponerse el que corresponde al hogar. Tal como las actividades fuera de casa lo demandan, el tiene que invertir interés, tiempo y esfuerzo para tener éxito dentro de su casa. El momento de llegar a la casa no es el adecuado para descargar el estrés generado por los problemas del día. El mismo esmero que demanda llevarse bien en el trabajo, tiene que ponerse en acción en el hogar. La familia necesita no solo la presencia física del esposo-padre, sino también su presencia mental y espiritual. Lo mismo diría de la mujer que tiene empleo fuera de casa. Al pasar por el umbral de su propia casa, ella se convierte nuevamente en esposa madre.

Muchos sombreros
En la ausencia del esposo-padre, la mujer tiene que desempeñar todos los papeles de ambos y enfrentarse con todas las responsabilidades del hogar. Es a la vez maestra, cocinera, consejera, administradora, y madre. Además de los problemas normales de la familia, se presentan imprevistos que pueden en algún momento minar aun más nuestras energías, por ello conviene tener una válvula de escape regulada, para equilibrar nuestras acciones. En países como México, 6 de cada 10 hogares cuentan con una mujer por cabeza de hogar, por lo que la dinámica de la familia requiere aun un poco mas esfuerzo a falta de alguno de los cónyuges.

La armonía es la etiqueta del hogar en donde cada persona comprende el papel que le corresponde y goza del apoyo a los demás mientras van creciendo en amor.

La funcionalidad de la familia no la debe determinar alguien desde su propia perspectiva porque más bien es un asunto de compromiso. El esposo y la esposa, el papá y la mamá, el hijo y la hija deben aceptar que se requiere trabajo, esfuerzo y dedicación y como en algunos casos por ejemplo, las labores domésticas no son obligaciones de una sola persona, sino de cada miembro de la familia, hasta del más pequeño.
Con esto en mente, sugiero que los miembros de toda familia, de manera grupal y personal, cumplan sus funciones en el seno hogareño, considerando los siguientes aspectos:

1. En primer lugar, deben buscar el consejo divino y dejar que la Palabra de Dios renueve sus mentes (Rom. 12.2) y les haga entender y aceptar las funciones auténticas que cada uno tiene, con base en los principios y valores bíblicos.

2. En segundo lugar, debe haber apertura al diálogo y al cambio. Aun tratándose de una familia recién establecida, el trasfondo que traigan los cónyuges influye en su actitud hacia las obligaciones que deben aceptar. Por lo tanto, despojarse de las costumbres, tradiciones y la vestidura cultural es una meta primordial para asumir cada función con responsabilidad.

3. Como tercer y último punto, sugiero que se liberen de ciertos hábitos —muchas veces nocivos — como el incumplimiento, la irresponsabilidad, la falta de cooperación, la indiferencia, la dejadez, el enojo ante las obligaciones, la mediocridad, la falta de iniciativa personal y otros más, a fin de funcionar a cabalidad, y distinguirse con un sello de excelencia, cada día tan necesario en nuestras familias.

No hay tarea doméstica u hogareña que esté limitada por asunto de género. Todo es un asunto de actitudes ante las obligaciones. Por ello, romper el patrón es parte de nuestra responsabilidad y debemos comenzar en nuestra propia casa. Como principios y valores sugiero estudiar los siguientes que podrán propiciar las actitudes correctas para aceptar las obligaciones propias.

Aceptar el principio que cada miembro de la familia debe estar en la disposición de: “todo lo que quiero que hagan conmigo, debo estar en la determinación de hacerlo a los demás”. Quiero que me laven la ropa, tengo que tener toda la disposición, capacidad y determinación de hacerlo en cualquier momento a los demás. Quiero que me preparen una comida sabrosa y calientita cuando estoy cansado o cansada, debo prepararme para poder servir de la misma manera a los demás, aun en medio de las circunstancias de mayor desventaja. Quiero una casa limpia, ordenada, acogedora, debo estar dispuesto o dispuesta a limpiar, cuidar del orden, y propiciar el ambiente acogedor en todo el sentido de la palabra, no sólo cuando me queden ganas, sino en todo tiempo.

Cada miembro de la familia debe tener el adecuado concepto de sí mismo. Este adecuado concepto lo describe Pablo en la Biblia, como “estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”. La cultura machista ha implantado como patrones hogareños que los superiores son los hombres, desde el papá como el “jefe”, hasta los hijos varones, como tales. Sin embargo, a este principio bíblico se le da bastante énfasis cuando se trata de desarrollar actitudes en gente que está en liderazgo. El primero en establecer una perspectiva diferente del liderazgo es el mismo Señor Jesús. Varios son los ejemplos que podrían citarse de sus declaraciones, pero a manera de resumen podemos recordar cuando todos los discípulos se hicieron los disimulados para el lavamiento de los pies, y vino el Señor y lo hizo por él mismo (Jun. 13). Su frase determinante es: “Ejemplo os he dado (13:15)”. Cada miembro de la familia debe ejercitarse y si es necesario, ser enseñado, en el espíritu de servicio. Ninguna responsabilidad debe cumplirse simplemente por ser eso, una obligación. Todo lo contrario, cada miembro de la familia debe aprender a encontrar gozo y satisfacción en el servicio a los otros por amor, como dice Pablo en Gálatas 5:13 “...no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.”

El cumplimiento de los roles de cada miembro de la familia será inversamente proporcional al grado de armonía que se requiera mantener en la misma. La familia sigue enfrentando retos y cambios a lo largo del tiempo, pero lo fundamental sigue adquiriendo vigencia. Ya seas hijo, hija, padre o madre, tú y yo tenemos un rol que cumplir en nuestra familia. Que la gracia de Dios nos ayude a lograrlo lo mejor posible, en beneficio de nuestras familias, y más aun de una sociedad, que tanto requiere de ser impactada positivamente.